miércoles, 20 de julio de 2011

LAS CALLES DE LA FELICIDAD

Por Víctor Alejandro Tapia H.



De un relato de C. Vélez:
Medellín, Comuna 13, 1991, César está adelante, él nos ha advertido que enfilemos por donde van los postes de la energía eléctrica por si disparán de atrás. Llegamos a la esquina y la gente grita ¡por allí va! ¡Virgen Santísima, era un muchachito!, "un ladrón" decímos mirándonos con resignación mientras Cesár advierte "a esos sí se los dejámos a la poli", la loma está despejada, hay en el aire un olor a mortecina, el chivito lleva un cigarrillo que se turna con todos hasta que por precaución apaga y dice: "es mejor estos parceritos se huelen cualquier cosa". A César lo que le preocupa es el silencio, así que utiliza su autoridad para ordenar el repliegue unos a esté lado los otros al otro. César comienza a realizar maniobras en zig zag por si le tienen en la mira, sabe que porta el chaleco pero a veces les da por utilizar balas trazadoras, desde la esquina hace señas parece que hay gente en la otra esquina, pero es pura chusma curiosa, pillaron al ladroncito y la misma gente hizo justicia, con palos y piedras descalabraron al infeliz. Y estando en estás cuando aflora el sonido de una metralleta y la gente se dispersa. César ordena avanzar y estar atentos, en la loma al chivito se le olvido apagar el cigarrillo y desde acá se ve el humo, entonces comienza la metralleta a supurar, César arranca a correr y nosotros detrás pero a una señal conservamos nuestras posiciones, vuelve César agitado pero con noticias "en el puente" por el radio se le avisa al chivito y se le exige apagar el cigarrillo y se le ordena disparar para atraer la atención hacia la loma, mientras nosotros avanzamos y entonces el silencio se apaga la balacera se enciende: tra..tra...tra...pum...tra...tra...pum. En casa Imelda reza porque todo acabe pronto y sus ruegos son atendidos, la calma vuelve y de repente alguien llama con desespero, Imelda abre reconociendo la voz del chivito y es testigo de que César yace como muerto, está lleno de sangre, pálido y destila olor a pólvora, Imelda lo llora, el chivito lo acuesta en la cama y se desvanece en llanto, Imelda entonces con furia da golpes al cuerpo de César cuando cree escuchar un quejido se afana a desnudar el cuerpo que cree inerte y descubre con alegría que no tiene herida alguna y solo está inconsciente por las balas que quizá recibió en el chaleco y le dejarón sin aire... la sangre quizá era de otro que múrio allá.