sábado, 8 de febrero de 2014

Antro grado cero

Por XervanteX

Maleja se puso pálida y no por decencia sino porque adivino la clase de pervertidos que supo éramos. Estábamos en un antro de la peor calaña donde confluían todos los vicios fácticos sexuales ante todo, ella me tomo de la mano deseando ser rescatada, más la escena por un segundo nos blindó de las sensacionales chiquillas que acudieron como moscas hacia la miel y entonces nos escabullimos para evadir toda esa cómplice locura de unos que quieren desfogar toda furia sexual en los brazos expertos de meretrices que apenas atinan a disimular su edad. Nos quedamos en un cuartito donde de lo único que abusamos fue de la neverita con bebidas, y para escapar del bullicio encendimos la televisión que comenzó el estrépito de una película erótica descarnada, fatal para los ojos de cualquiera, y entonces nos convencimos que el antro era el paraíso y que el mundo estaba mal y que los seres están mal y que hace falta un diluvio más o un meteorito por lo menos.